El divino jardín

Guérin, Gaspard Marsy et Balthazar Marsy: Baños de Apolo. Jardines de Versalles, Francia. Fuente: Wikimedia

!Oh, mi diosa Hera!, cuando ante mis extasiados ojos me abriste la puerta de tu escondido edén y desnudas vi las generosas florestas de tu pénsil, de pronto, me sentí como un bebé ansioso de esas maravillas lechosas. Fascinado en ese celestial vergel me recreé en el exuberante paisaje que ante mi mirada se mostraba.

!Qué lomas tan espléndidas con tan suaves curvas! !Qué collados tan lisos de finura sin igual! !Qué colinas tan tersas y aterciopeladas, enraizadas en tan delicada tierra nevada! ¡Qué sedosos cerros empinados hasta sus cónicos peñones pardos! !Qué mansa cañada protegida por dos plácidos monticulos! ¡Oh, abundante y láctea floresta!, que invita a ser explorada en toda su blanda exuberancia.

Deseo, mi diosa Hera, remansar mi arrebato, por tanta belleza, en el oasis de tu excitante jardín. Deleitarme quiero, recostando mi cara en el cálido valle de las rollizas lombas de tu paraiso lácteo. Besaré incansable la nívea tierra donde se asientan los altozanos de tu elíseo paraje. Me refugiaré en un rincón de la inmensa ternura de tu florido jardín.

Manuel Valero Yáñez
Derechos reservados
11 de Octubre de 2020

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